HISTORIA DEL PSOE DE CANTABRIA
INTRODUCCIÓN
La aparición del socialismo político en Cantabria estuvo vinculada al afianzamiento del capitalismo en el ámbito de la producción industrial a finales del siglo XIX y a la aparición de las primeras organizaciones de resistencia de trabajadores y trabajadoras en la región que surgieron con el objetivo explícito de paliar las difíciles condiciones de vida que experimentaron bajo el nuevo modelo económico. Las primeras sociedades obreras cántabras nacieron en Santander y en la cuenca minera de Camargo y sus afiliados, según sus reglamentos, podían militar en cualquier partido político. No obstante, algunos de los principales líderes de aquel incipiente movimiento obrero manifestaron muy pronto su firme creencia en el postulado socialista de que “la emancipación del trabajo... sólo podía ser el resultado de la acción política...“y en que, por tanto, para la consecución de tal fin era ineludible organizarse políticamente al amparo del único partido de clase que existía en España en aquella época: el Partido Democrático Socialista Obrero Español (primer nombre del PSOE).
Los arduos comienzos
No obstante, la actividad de este grupo languideció rápidamente hasta quedar disuelto en mayo de 1888, lo que motivó que el socialismo montañés no llegara a estar representado en el I Congreso del PSOE que se celebró en agosto de ese mismo año en Barcelona. El fracaso de este primer intento organizativo no acabó, sin embargo, con el espíritu de lucha de algunos de sus miembros de tal manera que apenas dos años después – diciembre de 1890 - la Agrupación fue reorganizada para no volver a desaparecer hasta agosto de 1937. A su actividad se sumaron en el cambio de siglo otras agrupaciones: El Astillero (18.03.1899), Otañes (29.09.1900), Peñacastillo (11.04.1901), Mioño (31.03.1902), Castro Urdiales (02.06.1902) y Torrelavega (20.09.1902) junto a las cuales contribuyó a consolidar el PSOE en Cantabria hasta alcanzar un total de 95 agrupaciones a finales de 1936. El primer tercio del siglo XX fue una época de gran inestabilidad. Años de avances en la organización fueron seguidos por otros de grave retroceso en el número de agrupaciones y en los niveles de afiliación de las mismas como resultado directo de las crisis económicas cíclicas a las que se enfrentaron sus militantes. Pero, también, fue una etapa de actividad febril caracterizada por el desarrollo de intensas campañas de propaganda con las que se pretendía no solo crecer en militancia sino contrarrestar la influencia política de los rivales políticos entre los trabajadores; de actividades de apoyo a las reivindicaciones laborales de la Federación Obrera Montañesa (UGT) con el fin de contribuir a consolidar el movimiento sindical en la región y de acciones políticas de diverso orden entre las que destacaron su participación en los diferentes comicios electorales, tanto municipales como nacionales, que fueron convocados entre 1903 y 1930. En todos ellos los socialistas cántabros hicieron uso de unas estrategias de movilización del electorado que no solo avalaron la modernidad de su comportamiento político sino que les permitieron alcanzar sus primeros éxitos electorales en las municipales de 1909 en Santander donde, en conjunción con los republicanos, obtuvieron dos concejalías.
Fundación de la Federación Socialista Montañesa
Para comprender lo sucedido hay que recordar que las agrupaciones por entonces se vinculaban directamente al PSOE al solicitar su ingreso ante Comisión Ejecutiva Nacional y que, por tanto, eran autónomas en su funcionamiento. En Cantabria esa autonomía no supuso nunca problema alguno ya que las relaciones entre las diferentes agrupaciones de la región fueron siempre fluidas, sin embargo los dirigentes de Santander creyeron, en el nuevo contexto político inaugurado el 14 de abril de 1931, llegado el momento de crear un cauce orgánico que posibilitara la acción coordinada de todas las agrupaciones de manera permanente y decidieron proponer su fundación. La invitación a constituir la Federación Socialista Montañesa fue acogida favorablemente por el conjunto de las agrupaciones aunque también puso de manifiesto la rivalidad existente entre las asambleas de Santander y Torrelavega. No obstante y a pesar de la tensión latente entre ambas durante el proceso, el compromiso de los afiliados de ambas agrupaciones en su creación fue firme y sus deseos de contribuir a su formalización lo antes posible se evidenciaron en el trabajo conjunto que realizaron durante varios meses y que culminó el 12 de marzo de 1932. El socialismo político en Cantabria alcanzó su madurez en este período. Tras su constitución, la Federación Socialista Montañesa y la Federación de Juventudes Socialistas logran articular el funcionamiento coordinado del organigrama regional; sus representantes forman parte de todas las instancias políticas y sociales al alcanzar la representación municipal en la mayoría de los ayuntamientos de las áreas industrializadas y ocupar puestos en la Diputación Provincial y la Cortes Españolas; en las áreas rurales, los Casas Campesinas fundadas por Matilde de la Torre en los años veinte sirven de base para la difusión del socialismo en los valles del interior de la provincia y surge una nueva generación de líderes encabezada por Juan Ruiz Olazarán que se va a sumar a los que ya son conocidos como dirigentes históricos no solo entre los militantes socialistas sino entre la población en general: Antonio Ramos, Bruno Alonso, Antonio Vayas, Antonio Somarriba, Pedro Vergara Zubiri, Avelino Ceballos Solar, Pablo Serna Maruri, Sixto Serrano. Unicamente la Guerra Civil, el exilio y la clandestinidad pudieron poner freno a un crecimiento y proceso de consolidación que puede calificarse como de ininterrumpido durante más de una década.
Guerra Civil, exilio y clandestinidad
Por otro lado, en este período se procuró mantener a las agrupaciones dentro de la legalidad de republicana desestimando, siempre, que el conflicto bélico fuese el marco propicio para hacer la revolución social. Así, los esfuerzos realizados por sus líderes desde las instituciones y el conjunto de su militancia en los frentes se centraron en restaurar la democracia republicana hasta el último día de la guerra en el que abandonaron España camino del exilio, fueron fusilados o encarcelados. Faltan estudios fiables sobre el número de cántabras y cántabros detenidos al final de la Guerra Civil. Las propias autoridades franquistas apuntaban a finales de 1937 que se hallaban detenidas en la región unas 40.000 personas. Un número al que habría que añadir los que fueron encarcelados en otras provincias como en La Guardia (Pontevedra), donde fueron conducidos aquellos que fueron detenidos en alta mar cuando huían tras la caída de Asturias, o en Luarca y Ocaña (Asturias), donde fueron concentrados una parte de los prisioneros montañeses detenidos en Asturias. Por lo que respecta al exilio en nuestra región, sabemos que fue mayoritariamente socialista ya que entre los datos que aportan los censos de refugiados se incluye la filiación política y las estimaciones realizadas a partir de ellos- Consuelo Soldevilla, 1998- establecen que más de un 60% de los exiliados cántabros fueron militantes o estuvieron vinculados de algún modo a las tres federaciones socialistas de la región: la Federación Obrera Montañesa, Federación Obrera de Casas Campesinas y la Federación Socialista Montañesa. Hemos cuantificado estadísticamente la información disponible tomando como referencia los índices de afiliación de la época y los datos arrojan una imagen devastadora sobre las consecuencias de la represión: más de un 12% de los militantes se hallaban en el exilio, un 7% habían sido fusilados y entre un 10-12% estaba en la cárcel o cumpliendo su condena en las colonias penitenciarias. Y aun quedarían por determinar los índices correspondientes a la categorías de “desaparecidos” y de muertos en las prisiones, campos de concentración y demás lugares de internamiento. La Dictadura, no obstante, no logró acabar con el socialismo en la región. La constitución del primer comité clandestino socialista se produjo en el transcurso del mes de septiembre de 1944 tras la puesta en libertad de los primeros presos políticos; la recomposición de relaciones entre los de los hombre del interior, los que se quedaron en Francia y los exiliados en México y simultáneamente a la reconstrucción del PSOE y la UGT en Francia en cuyo proceso adquirieron especial protagonismo varios grupos de militantes cántabros. La labor desarrollada en esos primeros momentos estuvo dirigida, entre otros, por Luís Illera Barbachano, Antonio Mas Blanco, Aniceto Reventún Cubría, Ángel Haya Madrazo, Andrés Andraca Asensio en el interior; por Miguel Calzada San Miguel, José Landeras, Manuel Castillo, Joaquín Jiménez, Dámaso Solana, Santiago Cuevas Santamaría y José Martín del Castillo en Francia y por Juan Ruiz Olazarán y Antonio Ramos, en México. Gracias a todos ellos, a los hombres y mujeres que se sumaron en las siguientes décadas y al conjunto de simpatizantes socialistas cántabros que se mantuvieron firmes en sus ideas en las peores circunstancias políticas durante cerca de cuarenta años fue posible la reconstrucción, llegada la democracia, de la organización que nuestros abuelos llamaron Federación Socialista Montañesa y nosotros Partido Socialista de Cantabria.